martes, 26 de junio de 2007

Groo, 25 años

Groo es ese bárbaro que todos hemos soñado con ser alguna vez, aunque quizás no lo imaginamos tan tonto, ni tan barrigón, ni glotón, ni con esa narizota, ni con esos pelos, ni con esas piernas de palillo y esos brazos tan gordos,... vale, vale, quizás no hallamos soñado exactamente con él, pero qué suerte tuvimos de que su creador Sergio Aragonés sí que lo hiciera.

Las aventuras de este bruto van desde lo púramente cómico hasta la crítica social, y la pedagogía más profunda, con una gran variedad de personajes secundarios que tratarán de esquivar al pobre Groo a lo largo de sus páginas, salvo su fiel perro Ruferto, que no sólo le seguirá allá a donde vaya, sino que además lo hará con gusto. Los contínuos clichés del personaje que se te van incrustando en el subconsciente conforme avanzas en sus peripecias van desde los regateos con los Kopins, la navegación marítima, y la founde de queso, al perenne ¿Habré errado? pero siempre quedará ese espíritu bobalicón y bondadoso de la búsqueda de la batalla (sea a favor del bando que sea), la aventura y de ayudar al prójimo, aunque este raramente quiera.

Hace ya 25 años que Sergio Aragonés con la inestimable ayuda de Mark Evanier nos regalaron las absurdas aventuras de este bárbaro, y en lo que a mí respecta podían seguir otros 25 años más. La historia del chiste repetido es fácil de poner en marcha, pero muy complicada de darle una continuidad. Apenas se me ocurren otros dos nombres que sumar a la lista de chistes repetidos que me gustan, pero eso sería otra historia.

Para siempre quedarán en mi recuerdo las historias de las manzanas y los cerdos, la del monasterio de clausura, la aparición de Ruferto y tantas historias desternillantes. Así pues, yo, cual Ruferto, me limitaré a seguir a Groo allá donde se publique.



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